La Teoría del Cisne Negro: COVID-19, Cambio Climático y Desarrollo Sostenible.
El año 2007, el filósofo y autor libanés Nassim Nicholas Taleb publicó su libro “El Cisne Negro: El Impacto de lo Altamente Improbable”, donde asimilaba a esta extraña ave con una metáfora que describía un suceso sorpresivo y dominante, de gran impacto cultural y socioeconómico y que una vez acontecido, se intentaba racionalizar por retrospección, haciendo que pareciera predecible o explicable. La actual pandemia mundial desatada por el Coronavirus, es un ejemplo más de un suceso que se asimila a esta teoría.
En una entrevista concedida al diario “The New York Times” el año 2011, Taleb explicó que “lo que aquí llamamos un ‘Cisne Negro’ es un suceso con tres atributos: en primer lugar, es un caso atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas regulares, porque no existe no hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar, conlleva a un impacto extremo (en nuestras vidas). En tercer lugar, a pesar de su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible.
El COVID-19 no es el único “Cisne Negro” que acontece en nuestros días. Los efectos del cambio climático se están sintiendo en todo el mundo, y este escenario de pandemia, nos da una posibilidad real de comparación, aquilatando los altos riesgos que existes para la humanidad.
El reciente Informe publicado por el FMI referido al impacto económico de la pandemia, concluye que la economía mundial decrecería un 3,3% en el 2020 y que la región de América Latina y el Caribe, lo hará en un 5,2%. Sin embargo, los datos anteriores aunque altamente preocupantes, se deben contrastar con las proyecciones del informe Stern (Nicholas Stern), publicado el 30 de octubre de 2006, que señala “se necesita una inversión equivalente al 1% del PIB mundial para mitigar los efectos del cambio climático y que de no hacerse dicha inversión, el mundo se expondría a una recesión que podría alcanzar el 20% del PIB global”.
El resultado de la coexistencia de amenazas (como el COVID-19 y el cambio climático), es una población que no solo se encuentra expuesta al peligro, sino que además es vulnerable a ser dañada, y esto a lo que se le conoce como riesgo de desastre. Cabe destacar que los desastres constituyen la materialización del riesgo (la consecuencia) y que la ausencia de desastres no implica una correspondiente ausencia de riesgo.
Nuestra esperanza es que los efectos de la actual pandemia ayuden a tomar mayor conciencia de que vivimos en sociedad, en comunidad, y no solo en espacios de relaciones de intercambio y de competencia, sino también de colaboración y de solidaridad. Asimismo, nos debe ayudar también a reflexionar sobre el Cambio Climático, considerando que algunos lideres mundiales se han negado a reconocer este desafío. Debemos entonces, cambiar nuestras formas de producción y consumo para reducir drásticamente las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), y de manera paralela, generar acciones a nivel local para adaptarnos a este nuevo mundo.
Replantearnos cómo seguimos adelante implica plantearse como reto lograr el desarrollo sostenible, es decir, encaminarse en un proceso mediante el cual se satisfacen las necesidades económicas, sociales, de diversidad cultural y de respeto al medio ambiente, sin arriesgar la posibilidad de atender las mismas en las generaciones futuras.
El balance al que se hace mención entre sostenibilidad social, sostenibilidad medioambiental y crecimiento económico, debe estar presente en el quehacer diario de todas las personas y empresas. En ese sentido, varios países han ido creando leyes y sus reglamentos, instando a las empresas a proteger el medioambiente. A la par, un cúmulo de empresas ya han modificado sus formas de producción: reduciendo emisiones de GEI y disminuyendo las brechas salariales. Estas decisiones han generado emprendimientos centrados en la economía circular, y de manera operativa han generado experiencias como la multiplicación de puntos de reciclaje, que coexisten con fondos de inversión que premian estos esfuerzos. Se testigos de de estos casos demuestran que es viable logar una consciencia colectiva, que debe acelerarse en pos de transformaciones que operativicen los compromisos que los países asumieron a nivel global (como el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el marco de la Agenda 2030).
Finalmente, quisiera reafirmar las recomendaciones que emanan del Marco de Sendai para reducir los riesgos de desastres. Estos “Cisnes Negros” nos deben llevar a una reflexión e instarnos a cambiar nuestro comportamiento diario, ya sea como consumidores, trabajadores, académicos, estudiantes, empresarios o autoridad pública.